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¿A qué nos referimos cuando hablamos de discapacidad o personas con discapacidad?

  • Foto del escritor: Débora Fructuoso
    Débora Fructuoso
  • 25 ago 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 14 ene 2020

Discapacidad desde su dimensión social.


Partamos de comprender a la discapacidad como una idea que nos hacemos, una representación que se encuentra en constante modificación y que ha sorteado distintas definiciones, dependiendo del período histórico y social en que se encuentre.


Si tomamos a la discapacidad por otro lado, como fenómeno complejo de múltiples dimensiones, podríamos entender a la misma, como el resultado de la interacción de personas con determinadas condiciones en la salud, (ya sea con alteraciones orgánicas o cognitivas), con las barreras (materiales o actitudinales) del entorno o contexto, que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igual condiciones que los demás.


En la actualidad encontramos, entonces, que ya no solo nos orienta a considerar la discapacidad en relación a determinadas condiciones de salud, sino también, con toda limitación de la actividad de una persona que se restringe por factores contextuales.


(Es así que lo contempla el cuerpo normativo que nos remite a la problemática en nuestra sociedad; para ello, basta nombrar, el Convenio sobre DDHH de las personas con discapacidad y protocolo facultativo de Naciones Unidas 2007).


Ahora bien, si estas son algunas categorías conceptuales indispensables para comenzar a comprender el entramado de la problemática en el orden social-institucional, me gustaría trazar algunas reflexiones sobre discapacidad y subjetividad, como enseña la perspectiva psicoanalítica.


Discapacidad y subjetividad


Partamos que con la discapacidad irrumpe la Diferencia. (Fainblum A.2004).


Quienes trabajamos con adultos, jóvenes o niños y niñas con discapacidad, -tanto en el ámbito de salud o educativo-, sabemos que se pone en jaque ideales parentales o sociales, - [basamento de completud ilusoria y narcisista], - que pueden llegar hacer surgir, desde los mecanismos defensivos más arcaicos hasta los más adaptativos, tanto a nivel individual como colectivo.


Prácticas y discursos de segregación y discriminación, pueden dar cuenta de ello y que no son sin consecuencias.


Resulta necesario, pues, remitirse a los aspectos subjetivos que se convocan a ser considerados;


Con la irrupción de las dificultades o limitaciones -orgánicas o cognitivas-, (y con ello la diferencia)-, se suele esperar como efecto que surja Angustia.

Con respecto a la intensidad de tal afecto angustioso, dependerá de la capacidad de elaboración mental, -es decir del aparato psíquico de quien padece la discapacidad-, o de las articulaciones defensivas puesta en marcha por el núcleo familiar o social frente a la misma.


Es decir que no solo el sujeto la sustenta, sino también en la familia, es vivenciada como extrañeza; ejemplo de ello es el nacimiento de un niño con discapacidad, produciendo conmoción en la familia, afectando su dinámica y generando consecuencias en los integrantes del grupo.


Entonces al ser del orden de lo inesperado, una discapacidad, puede llegar a acarrear reacciones de los más variadas en cada persona, en cada familia, dependiendo de la capacidad elaborativa y de sensibilidad emocional de cada quien, pudiendo llegar a ser del orden de lo traumático.


La discapacidad en tanto estatuto de diferencia, aparece enfrentando al sujeto a lo desconocido, como Freud nos enseña en base a lo indagado desde la clínica.


Es así que pondrá a transitar a quien padece y a sus familiares, por distintas fases:

Fases de conmoción, - por el impacto del diagnóstico-, incredulidad, o fases de extrañeza y negación, fases de desesperanzas, etc.


Pero esto ha de ser hasta que se pueda encarar procesos de elaboración y de reorganización psíquica y social que habiliten aceptar la realidad lentamente por parte del sujeto y de su entramado familiar, y que también abra la posibilidad de crear las condiciones de mejoramiento en la calidad de vida.


Desde el discurso del Otro, pues, es desde allí que se proponen espacios de desarrollo potencial; vale decir que si desde una mirada psicoanalítica, invita a considerar la reedición de la falta estructurante en las personas con discapacidad en tanto sujetos, (habitados y que habitan el lenguaje), las limitaciones no necesariamente están negadas con la potencialidad[1].


Las limitaciones o dificultades y las potencialidades,-(o fortalezas socio-emocionales o cognitivas)-, estarían signadas de una u otra manera, por el discurso del Otro, independientemente de quien lo encarne para el sujeto.(madre, padre, amigo, colegio, institución, etc).


No se trata, entonces de dar respuestas cerradas, ni de intervenir con técnicas de modo de reducir la intervención a un aplicacionismo.


El tema es, poder captar si algo se juega en tanto singularidad de un sujeto, y en tanto tal, deseante, para no clausurar la singularidad en generalizaciones clasificatorias, (que son necesarias a los fines del orden de los tratamientos y demanda social), pero no son suficiente para trabajar en el ámbito de la Salud y Educación, con personas con discapacidad.



[1] Nota; lo que se consideraría, pues como fortalezas desde una perspectiva cognitivo-conductual. He aquí, una posibilidad de convergencia entre marcos conceptuales distintos.




 
 
 

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