Algunos aportes sobre el estatuto del juego en la infancia.
- Débora Fructuoso
- 12 ago 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 14 ene 2020
El juego al igual que otros aspectos del desarrollo infantil, sigue siendo materia de indagación en psicología.
Desde hace un tiempo, por ejemplo, las indagaciones de las neurociencias, permiten reformular conceptos sobre la relación del juego y el aprendizaje.
Los períodos de maduración neuronal comienzan desde el nacimiento, haciéndose extensivo hasta fines de la adolescencia, períodos que a su vez se encuentran afectados por las influencias ambientales, -biológicas y sociales-, que pueden llegar afectar la maduración y desarrollo cerebral como también las conductas y comportamientos humanos.
La maduración, (procesos con cursos genéticamente determinados), el desarrollo, (procesos implicados en la adaptación y desenvolvimiento de un individuo y que entrañan a su vez aspectos genéticos y aspectos bio-psico-social de aprendizaje), y por último el aprendizaje en sí, (dependiente de la interacción del individuo con el medio), resultan tres procesos íntimamente ligados en el desarrollo del ser humano a lo largo de la vida.
¿Qué aporta todo esto al tema del juego en los niños?
Pensar sobre el valor del juego y su función en la constitución subjetiva.
La maduración fisiológica de todo organismo humano, prepara las condiciones para el desarrollo del aprendizaje y del juego; pero el juego y aprendizaje paradójicamente tiene su origen en el orden social, porque nacen y se desarrollan en la relación o vínculo con las otras personas. Sin otro que imitar, el niño no interioriza acciones en conjuntos en esquemas mentales que el desarrollo del juego les posibilita. El juego depende de que otro le enseñe al niño a jugar, -se le ofrezca posibilidades de aprendizaje-, y que el niño o niña encuentre motivo y deseo para ello.
Si no hay juego, lo infantil se torna imposible. (Bruner, N.2012)
Las funciones mentales como la atención, memoria, percepción, lo sensorio-motor, el lenguaje, la comunicación, el pensamiento, la voluntad, las regulaciones primarias, etc.-aún con discapacidad orgánica-cognitiva o patología mental-, si el bebé, niño o niña no se pone a jugar, si no se les provee de un escenario de juego de calidad, se verán perturbadas.
Por último, no podemos dejar de trazar un paralelo con los conocimientos aportados por el psicoanálisis en materia de desarrollo de las etapas psicosexuales en la infancia y el juego. (Freud, S. 1905)
Por todo ello, cualquier actividad lúdica en la infancia, resulta imprescindible para el desarrollo de los esquemas cognitivos, la formación del comportamiento y del psiquismo del sujeto.
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